Siempre es agradable descubrir en un paseo por el campo un nuevo cartel como el de la foto.
El queso Mahón-Menorca tiene una forma cuadrada característica, con cantos redondeados y de color entre amarillo y rojizo, resultado de la curación con aceite y pimentón. Se hace con leche de vaca recién ordeñada y según métodos milenarios, que en conjunto le dan un sabor distintivo como a frutos secos –nuez, almendra, más o menos intenso según sea su grado de maduración: tierno, semicurado, curado o viejo (el que no se puede cortar porque se rompe). La producción de queso artesano, es decir el que utiliza leche cruda y que por tanto no se ha sometido a ningún proceso de conservación, ha ido en aumento en los últimos años para delicia tanto de los menorquines como de los visitantes.
Y es que los menorquines comemos mucho queso, especialmente para desayunar y cenar, con pan, solo o con fruta, aunque también hay formas más modernas de consumirlo. Forma parte de nuestra identidad y de nuestra propia dieta mediterránea, a la que tantos beneficios se le han encontrado y siguen.
La tradición de la elaboración y consumo de queso en Menorca es tan antigua que parece remontarse a la prehistoria, y sin lugar a dudas tiene como mínimo unos 15 siglos de existencia. Los ingleses en el siglo XVIII impulsaron la producción para exportar y en ese momento el queso menorquín empezó a llamarse queso “Mahón”. Ahora hace ya casi 30 años que obtuvo el reconocimiento como denominación de origen protegida, exclusiva de la isla.
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